Hace unos meses, el periódico La Vanguardia publicó un artículo a raíz del nuevo plan del consejo municipal de Nueva York, que planteaba limitar el uso del cristal en las grandes edificaciones, preguntándose si eran realmente eficientes energéticamente, ya que el alcalde de la ciudad constató que los nuevos rascacielos de la zona cero eran menos eficientes al ser grandes bloques de vidrio expuestos a la radiación solar. “Un debate social que ya estaba presente en el mundo de la arquitectura” según Antonio Cerrillo, el periodista que realizó el reportaje.

No disponer de algún tipo de protección solar provoca que estos grandes edificios de cristal y acero pueden acabar convirtiéndose en un invernadero durante los meses de fuerte calor, cuya temperatura interior debe ser compensada mediante sistemas de climatización artificial, mientras que en invierno sufren una pérdida de calor a través del vidrio, lo que implica tener que usar calefacción. El resultado es un incremento del consumo energético, pérdida de eficiencia y un mayor impacto medioambiental.

En el mismo artículo, el arquitecto Felipe Pich-Aguilera, se mostró favorable a restringir el uso de cristal en este tipo de edificaciones y atribuyó la decisión del alcalde de Nueva York a la “mayor sensibilidad ambiental y a la necesidad de reducir el consumo en los edificios”. Una opinión que unas líneas más abajo compartía Jordi Ciprano, experto del CIMNE, considerando que “los edificios construidos con cristal y estructuras de acero consumen muchísima más energía que otras tipologías de edificios”.

Tradicionalmente el cristal ha sido una buena solución para ventanas y ha tenido un uso muy generalizado, especialmente para cubrir edificios administrativos y grandes rascacielos, especialmente en todos aquellos que surgieron en una época en que parecía tener más importancia la estética del proyecto que el consumo energético del mismo. Sin embargo, hoy en día, son varios los expertos que cuestionan su uso para cubrir amplias superficies en fachadas soleadas.

En Gradhermetic nos cuestionamos si los edificios de cristal son realmente eficientes

Eulàlia Figuerola, delegada de Catalunya del Green Building Council (GBC), comentó que para ella, “la primera premisa para levantar un edificio eficiente energéticamente es tener en cuenta cómo se va a reducir la demanda de energía. En este sentido, apunta que cuanto más se integre la construcción en su entorno, o más se conozca el clima que envolverá el edificio, mejor será su comportamiento energético”.

La situación geográfica climática o la hora solar, juega un a la hora de planificar un edificio. Así, en un clima caliente (hemisferio norte), una fachada de vidrio orientada al sur (sin sombreamiento) puede capturar durante el día radiación, sobrecalentar el edificio y necesitar gastar energía para refrigeración. Pero en un clima frío, la fachada de vidrio que mira al sur (sin sombreamientos) puede durante el día captar radiación y ahorrar energía para la calefacción”, según apuntaba Margarita de Luxán en el artículo, catedrática emérita de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (UPM).

El vidro y el acero no son los culpables que los grandes edificios de cristal tengan un malgasto energético, sino que lo más importante es conocer bien todas las diferentes soluciones que existen para minimizar su impacto ambiental y consumo de energía así como tener en cuenta el clima, la localización, el tamaño del proyecto y su orientación para que el vidrio no se convierta en una fuente de calor no deseada que termine perjudicando el confort térmico interior.

Usar sistemas de protección solar, fijos u orientables, permite bloquear esta radiación, controlar y regular la luz que penetra en el interior del edificio y así contribuir a una reducción de calefacción y refrigeración.

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24 November 2024, by admin

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